CENTENARIO DE LA SECCIÓN DE MONTEAGUDO, 9 ABRIL DE 2016
VIGILIA DE APERTURA Y PREGÓN 24 OCTUBRE DE 2015
La
Sección de la Adoración Nocturna Española de Monteagudo, Murcia,
celebrará el próximo 9 de Abril de 2016 su Centenario por su fundación.
Por
este motivo, el 24 de Octubre de 2015 se dió el pistoletazo de salida
con una primera Vigilia de Apertura con la proclamación del Pregón a
cargo del Vice-Director Espiritual Diocesano Rvdo D. Asensio Morales
Caravaca, hijo de la localidad y adorador nocturno desde su juventud.
Antes
de iniciarse los actos, el Presidente Diocesano D. José Serna Sánchez
dio la bienvenida a los asistentes recordando en qué consiste la
adoración al Santísimo por la noche y animando a todos a participar en
este evento durante estos meses.
En
la En la Santa Misa que precedió a la Vigilia y tras la Homilía-Pregón,
el Rvdo D. Alberto Martínez Pallarés, párroco de la Iglesia Nuestra
Señora de la Antigua que concelebró la Eucaristía impuso a D. Asensio el
distintivo de Consiliario.
Acompañaron a esta Sección de Monteagudo las Secciones de Blanca, Murcia, Abarán, Cieza, Cartagena, Santiago de la Ribera y Orihuela (Alicante)
Acompañaron a esta Sección de Monteagudo las Secciones de Blanca, Murcia, Abarán, Cieza, Cartagena, Santiago de la Ribera y Orihuela (Alicante)
En el siguiente video se muestra además del Pregón el momento de la Exposición, Reserva y unas palabras de D. Alberto.
PREGÓN COMPLETO
“Al
Dios escondido, venid Adoremos,
oculto en los signos de
este Sacramento”.
Así versa un canto
Eucarístico tradicional, invitándonos a la adoración del Santísimo Sacramento.
Y así quiero yo iniciar este pregón en la Vigilia de apretura del centenario de nuestra
sección de Adoración Nocturna de Monteagudo, invitando a los fieles de este
pueblo, en medio de una sociedad que desprecia a Dios y a la fe, a retornar a
la adoración eucarística, a retornar al corazón del evangelio.
La Adoración Nocturna
es la asociación más antigua que permanece en nuestro pueblo, lo cual nos
indica, que entre las esencias que dan sabor a Monteagudo, se encuentra el
adorar en la noche a Jesús Sacramentado. Ninguna otra tradición, salvo la
celebración de la fiesta de nuestro Patrón San Cayetano, ha permanecido
inalterada con el devenir de los años. Enhorabuena por ello.
Desde 1916, esta sección
ha sufrido los avatares del paso del tiempo: la persecución religiosa de 1936
que profanó nuestro antigua iglesia y llevó al martirio al párroco-rector D.
Juan González; la sección de Adoración Nocturna de Monteagudo vivió también en
primera línea la consagración de la diócesis al Sagrado Corazón de Jesús con la
bendición de los dos monumentos, en 1926 y en 1951, celebrándose sendas
vigilias de adoración en las noches previas, tal y como narran las crónicas, en
la cima del castillo bajo la imagen del Sagrado Corazón, en la cripta que hoy
se halla en abandono; vivió los cambios litúrgicos del Concilio Vaticano II,
que de forma importante modificó el desarrollo de las vigilias de adoración
nocturna, incorporándose también la presencia de la mujer como adoradora;
sufrió también el cierre del antiguo templo parroquial en 1990, celebrándose
las vigilias en el bajo provisional durante más de 9 años, hasta que se bendijo
esta nueva iglesia en honor de nuestra Patrona la Santísima Virgen
de la Antigua
en junio de 1999.
Muchos adoradores, a lo largo de 100 años, han pertenecido a
esta sección, algunos padres y abuelos, esposos o esposas de los que esta tarde
participamos en esta celebración. Nosotros somos los que ahora llevamos el
testigo de la adoración nocturna que otros nos legaron, y no debemos fallarles,
ni a ellos ni al Dios Amor de los Amores.
Y digo nosotros, porque me
considero parte de esta sección. En ella inicié mis primeros momentos de
oración personal ante el Santísimo expuesto en el Altar. Recuerdo aquella
primera vigilia de espigas en la nueva iglesia, que se celebró solemnemente en
mayo del año 2000, a
la que fui invitado cuando tenía yo 13 años.
Aún no me hacía planteamientos
vocacionales, pero a mí y a algunos compañeros de catequesis de confirmación
que asistimos, nos llamó tanto la atención, que comenzamos a participar en las
posteriores vigilias.
Fue en la Adoración Nocturna donde comencé a aprender a
estar en silencio delante de Jesús Sacramentado, donde mi inicié en el rezo de
las horas litúrgicas, donde comencé a perder la vergüenza a cantar y a servir
el altar. Aquel mismo año, meses después, recibí el sacramento de la
confirmación en Navidad, e inicié mi andadura vocacional hacia el sacerdocio en
el Seminario Menor.
Y en esta noche de
apertura de nuestro centenario, 15 años después de aquella primera vigilia a la
que asistí, os exhorto a continuar adorando al Dios escondido pero presente en
el Sacramento del Altar.
Siempre he dicho que los grupos de oración son los
pulmones de las parroquias, y aquí en Monteagudo lo ha sido durante mucho
tiempo la
Adoración Nocturna. Ahora nos toca revisarnos, examinar
nuestra vida como adoradores y como cristianos, porque es fácil que nos hayamos
despistado y nuestra situación sea como la del ciego del evangelio que hemos
escuchado.
Podemos estar ciegos y
sentados al borde del camino. Esto quiere decir habernos acostumbrado a lo
sagrado, a la celebración de la
Eucaristía, a las vigilias… y por tanto, a estar al borde del
camino por donde pasa Jesús, no entrando en la profundidad del misterio que
celebramos y adoramos, y no dejando que se refleje en nuestra conducta y en
nuestra forma de vivir.
Cuando uno vive con doblez de corazón separando la fe
que profesa por un lado, y la marcha de su vida personal por otro, necesita
revisar en conciencia su vida porque algo no está funcionando bien, se ha
quedado ciego. Los egoísmos, las envidias, las discordias, la división, el no
saber ni querer pedir perdón, ni saber ni querer perdonar, el guardar rencor…
todas estas circunstancias en las que podemos caer con facilidad son las que
nos llevan a la ceguera espiritual, y en la indiferencia ante la necesidad de
conversión.
Pero, aunque en ocasiones
o perennemente estemos ciegos, hay una buena noticia: Jesús sigue pasando junto
a nosotros, sigue presente en la
Eucaristía y nos sigue ofreciendo su misericordia. No por
casualidad el Señor ha querido que nuestro centenario coincida con el jubileo
de la misericordia que inauguraremos el próximo 8 de diciembre. Es una ocasión
providencial para llamar a Jesús a gritos si fuera necesario: “¡Jesús, Hijo de David ten compasión de mí!”
(Mc 10,47)
¿Cuál ha de ser nuestro
grito? Un adorador y un cristiano pide
misericordia a Dios perseverando en la vida de fe con humildad, verdad y
transparencia. De forma especialísima viviendo el misterio de la Eucaristía. El
adorador nocturno es un cristiano que debe tener una sensibilidad especial
hacia la Eucaristía
celebrada, adorada y vivida.
Celebrada,
porque, como decía Don Dámaso Eslava, “el
tiempo que dedicamos a Dios es el mejor empleado”. Por eso el adorador
busca participar con la mayor frecuencia y debidamente preparado en la
celebración de la santa misa, incluso diariamente si fuera posible, porque en
ella encontramos la fortaleza para las batallas diarias, la medicina para todo
mal como bien nos dice San Juan de Ávila: “Allí
hallarás fuerza contra tus desmayos y perdón de tus pecados. Si fueras tentado,
afligido, triste y desconsolado, allí hallarás medicina y verdadera salud de
todos tus trabajos y enfermedades; finalmente, no habrá en ti tanto mal, cuanto
bien allí hallarás… El remedio contra todos nuestros males, esto se os asiente
en vuestros corazones, Dios-Hombre es…. Allégate a Él, recíbelo, que para todo
tiene remedio”.
No podemos llamarnos cristianos si no acudimos
a la Eucaristía,
si no nos reunimos con nuestros hermanos en la fe para celebrar los misterios
del amor de Dios. No podemos llamarnos cristianos si suenan las campanas y
hacemos oídos sordos, escuchando más bien la llamada de otros pasatiempos
inútiles o conveniencias.
Sin ella creamos
divisiones, porque se disgrega el cuerpo de Cristo que formamos los bautizados,
por eso comemos su cuerpo sacratísimo para no disgregarnos y poder mantener la
unidad de la Iglesia.
Pero cuidado, hay que comerlo queriendo de verdad poner lo
que está de nuestra parte para lograr la unidad y la reconciliación: “el pan se hace de muchos granos, y el vino
de muchos racimos; pues así como aquí de muchas cosas se hace una y la
muchedumbre se torna en unidad, así todos los cristianos, aunque sean muchos,
se hagan una misma cosa. Si comulgáis, ¿cómo no sois uno?... ¿Sabéis qué es
comulgar? Tener todos un corazón". (San Juan de Ávila).
Sin ella nos envilecemos porque el que se
aleja de la participación de la
Eucaristía va cayendo en la tibieza espiritual. Recordemos
aquella frase conocida de San Cayetano: “no
estaré contento hasta contemplar a todos los cristianos acudir al Banquete Celestial con sencillez de niños
hambrientos y gozosos.”
La Eucaristía
tiene que ser también adorada.
Adorar es digerir lo que hemos comido, comprender e interiorizar, y esto no es
cosa de un día, ni siquiera de un día al mes, si no que ha de ser constante. El
signo visible de la adoración es el ponerse de rodillas, porque con ello el
hombre manifiesta su grandeza auténtica al reconocer y adorar a Aquel del cual
nos viene todo. No descuidamos la adoración y sus signos: el ponerse de
rodillas en la consagración, en la bendición del Santísimo siempre que las
circunstancias lo permitan, la visita al Sagrario, el pasar largos ratos en su
presencia…
Y por último la Eucaristía tiene que
ser también vivida, es decir,
testimoniada. Pero si no es antes celebrada y adorada, difícilmente podremos
dar testimonio de ella y del amor que en ella Dios nos muestra dándosenos como
alimento. La celebración de los misterios sagrados nos llena hasta tal punto,
que hemos de salir de la iglesia henchidos y dispuestos a dar amor, consuelo y
servicio. Aquí podemos plantearnos si de veras damos ese testimonio, o si
debemos profundizar más en nuestra entrega y caridad para que nuestra vida sea
verdaderamente Eucaristía viva que deja rastro de Dios por donde quiera que pase.
Por eso aprovechemos este
año del centenario de la Adoración Nocturna para hacer una puesta a punto en
nuestra vida personal, social y también parroquial. El centenario ha de ser un
revulsivo no solo para los adoradores sino para toda la parroquia. Dios es
misericordioso y hace propicias las circunstancias para que podamos volver a su
Iglesia, reconciliarnos con los hermanos, y tomar impulso en nuestra vida de
fe.
Os digo, “venid adoradores, adoremos”, y no solo
adoradores, porque esto no es un grupo cerrado, venid fieles todos, cristianos,
adorar al Señor si queréis crecer y tener vida auténtica. Ojalá que durante
este año seáis muchos los que os incorporéis a la Adoración Nocturna.
Alabado sea el Santísimo
Sacramento del Altar.
Sea por siempre bendito y
alabado.
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