28 octubre 2015

CENTENARIO MONTEAGUDO

CENTENARIO DE LA SECCIÓN DE MONTEAGUDO, 9 ABRIL DE 2016
VIGILIA DE APERTURA Y PREGÓN 24 OCTUBRE DE 2015 
 La Sección de la Adoración Nocturna Española de Monteagudo, Murcia, celebrará el próximo 9 de Abril de 2016 su Centenario por su fundación. 

Por este motivo, el 24 de Octubre de 2015 se dió el pistoletazo de salida con una primera Vigilia de Apertura con la proclamación del Pregón a cargo del Vice-Director Espiritual Diocesano Rvdo D. Asensio Morales Caravaca, hijo de la localidad y adorador nocturno desde su juventud. 

Antes de iniciarse los actos, el Presidente Diocesano D. José Serna Sánchez dio la bienvenida a los asistentes recordando en qué consiste la adoración al Santísimo por la noche y animando a todos a participar en este evento durante estos meses. 

En la En la Santa Misa que precedió a la Vigilia y tras la Homilía-Pregón, el Rvdo D. Alberto Martínez Pallarés, párroco de la Iglesia Nuestra Señora de la Antigua que concelebró la Eucaristía impuso a D. Asensio el distintivo de Consiliario. 

Acompañaron a esta Sección de Monteagudo las Secciones de Blanca, Murcia, Abarán, Cieza, Cartagena, Santiago de la Ribera y Orihuela (Alicante)

En el siguiente video se muestra además del Pregón el momento de la Exposición, Reserva y unas palabras de D. Alberto.
 
 


PREGÓN COMPLETO

“Al Dios escondido, venid Adoremos,
oculto en los signos de este Sacramento”.
      Así versa un canto Eucarístico tradicional, invitándonos a la adoración del Santísimo Sacramento. Y así quiero yo iniciar este pregón en la Vigilia de apretura del centenario de nuestra sección de Adoración Nocturna de Monteagudo, invitando a los fieles de este pueblo, en medio de una sociedad que desprecia a Dios y a la fe, a retornar a la adoración eucarística, a retornar al corazón del evangelio.  

      La Adoración Nocturna es la asociación más antigua que permanece en nuestro pueblo, lo cual nos indica, que entre las esencias que dan sabor a Monteagudo, se encuentra el adorar en la noche a Jesús Sacramentado. Ninguna otra tradición, salvo la celebración de la fiesta de nuestro Patrón San Cayetano, ha permanecido inalterada con el devenir de los años. Enhorabuena por ello. 

      Desde 1916, esta sección ha sufrido los avatares del paso del tiempo: la persecución religiosa de 1936 que profanó nuestro antigua iglesia y llevó al martirio al párroco-rector D. Juan González; la sección de Adoración Nocturna de Monteagudo vivió también en primera línea la consagración de la diócesis al Sagrado Corazón de Jesús con la bendición de los dos monumentos, en 1926 y en 1951, celebrándose sendas vigilias de adoración en las noches previas, tal y como narran las crónicas, en la cima del castillo bajo la imagen del Sagrado Corazón, en la cripta que hoy se halla en abandono; vivió los cambios litúrgicos del Concilio Vaticano II, que de forma importante modificó el desarrollo de las vigilias de adoración nocturna, incorporándose también la presencia de la mujer como adoradora; sufrió también el cierre del antiguo templo parroquial en 1990, celebrándose las vigilias en el bajo provisional durante más de 9 años, hasta que se bendijo esta nueva iglesia en honor de nuestra Patrona la Santísima Virgen de la Antigua en junio de 1999. 

      Muchos adoradores, a lo largo de 100 años, han pertenecido a esta sección, algunos padres y abuelos, esposos o esposas de los que esta tarde participamos en esta celebración. Nosotros somos los que ahora llevamos el testigo de la adoración nocturna que otros nos legaron, y no debemos fallarles, ni a ellos ni al Dios Amor de los Amores.  

      Y digo nosotros, porque me considero parte de esta sección. En ella inicié mis primeros momentos de oración personal ante el Santísimo expuesto en el Altar. Recuerdo aquella primera vigilia de espigas en la nueva iglesia, que se celebró solemnemente en mayo del año 2000, a la que fui invitado cuando tenía yo 13 años. 
      Aún no me hacía planteamientos vocacionales, pero a mí y a algunos compañeros de catequesis de confirmación que asistimos, nos llamó tanto la atención, que comenzamos a participar en las posteriores vigilias. 
      Fue en la Adoración Nocturna donde comencé a aprender a estar en silencio delante de Jesús Sacramentado, donde mi inicié en el rezo de las horas litúrgicas, donde comencé a perder la vergüenza a cantar y a servir el altar. Aquel mismo año, meses después, recibí el sacramento de la confirmación en Navidad, e inicié mi andadura vocacional hacia el sacerdocio en el Seminario Menor.

      Y en esta noche de apertura de nuestro centenario, 15 años después de aquella primera vigilia a la que asistí, os exhorto a continuar adorando al Dios escondido pero presente en el Sacramento del Altar.
      Siempre he dicho que los grupos de oración son los pulmones de las parroquias, y aquí en Monteagudo lo ha sido durante mucho tiempo la Adoración Nocturna. Ahora nos toca revisarnos, examinar nuestra vida como adoradores y como cristianos, porque es fácil que nos hayamos despistado y nuestra situación sea como la del ciego del evangelio que hemos escuchado.
   
      Podemos estar ciegos y sentados al borde del camino. Esto quiere decir habernos acostumbrado a lo sagrado, a la celebración de la Eucaristía, a las vigilias… y por tanto, a estar al borde del camino por donde pasa Jesús, no entrando en la profundidad del misterio que celebramos y adoramos, y no dejando que se refleje en nuestra conducta y en nuestra forma de vivir. 
      Cuando uno vive con doblez de corazón separando la fe que profesa por un lado, y la marcha de su vida personal por otro, necesita revisar en conciencia su vida porque algo no está funcionando bien, se ha quedado ciego. Los egoísmos, las envidias, las discordias, la división, el no saber ni querer pedir perdón, ni saber ni querer perdonar, el guardar rencor… todas estas circunstancias en las que podemos caer con facilidad son las que nos llevan a la ceguera espiritual, y en la indiferencia ante la necesidad de conversión.

      Pero, aunque en ocasiones o perennemente estemos ciegos, hay una buena noticia: Jesús sigue pasando junto a nosotros, sigue presente en la Eucaristía y nos sigue ofreciendo su misericordia. No por casualidad el Señor ha querido que nuestro centenario coincida con el jubileo de la misericordia que inauguraremos el próximo 8 de diciembre. Es una ocasión providencial para llamar a Jesús a gritos si fuera necesario: “¡Jesús, Hijo de David ten compasión de mí!” (Mc 10,47)

      ¿Cuál ha de ser nuestro grito?  Un adorador y un cristiano pide misericordia a Dios perseverando en la vida de fe con humildad, verdad y transparencia. De forma especialísima viviendo el misterio de la Eucaristía. El adorador nocturno es un cristiano que debe tener una sensibilidad especial hacia la Eucaristía celebrada, adorada y vivida.

      Celebrada, porque, como decía Don Dámaso Eslava, “el tiempo que dedicamos a Dios es el mejor empleado”. Por eso el adorador busca participar con la mayor frecuencia y debidamente preparado en la celebración de la santa misa, incluso diariamente si fuera posible, porque en ella encontramos la fortaleza para las batallas diarias, la medicina para todo mal como bien nos dice San Juan de Ávila: “Allí hallarás fuerza contra tus desmayos y perdón de tus pecados. Si fueras tentado, afligido, triste y desconsolado, allí hallarás medicina y verdadera salud de todos tus trabajos y enfermedades; finalmente, no habrá en ti tanto mal, cuanto bien allí hallarás… El remedio contra todos nuestros males, esto se os asiente en vuestros corazones, Dios-Hombre es…. Allégate a Él, recíbelo, que para todo tiene remedio”.
 No podemos llamarnos cristianos si no acudimos a la Eucaristía, si no nos reunimos con nuestros hermanos en la fe para celebrar los misterios del amor de Dios. No podemos llamarnos cristianos si suenan las campanas y hacemos oídos sordos, escuchando más bien la llamada de otros pasatiempos inútiles o conveniencias.
Sin ella creamos divisiones, porque se disgrega el cuerpo de Cristo que formamos los bautizados, por eso comemos su cuerpo sacratísimo para no disgregarnos y poder mantener la unidad de la Iglesia. Pero cuidado, hay que comerlo queriendo de verdad poner lo que está de nuestra parte para lograr la unidad y la reconciliación: “el pan se hace de muchos granos, y el vino de muchos racimos; pues así como aquí de muchas cosas se hace una y la muchedumbre se torna en unidad, así todos los cristianos, aunque sean muchos, se hagan una misma cosa. Si comulgáis, ¿cómo no sois uno?... ¿Sabéis qué es comulgar? Tener todos un corazón". (San Juan de Ávila).
 Sin ella nos envilecemos porque el que se aleja de la participación de la Eucaristía va cayendo en la tibieza espiritual. Recordemos aquella frase conocida de San Cayetano: “no estaré contento hasta contemplar a todos los cristianos acudir al Banquete Celestial con sencillez de niños hambrientos y gozosos.”

      La Eucaristía tiene que ser también adorada. Adorar es digerir lo que hemos comido, comprender e interiorizar, y esto no es cosa de un día, ni siquiera de un día al mes, si no que ha de ser constante. El signo visible de la adoración es el ponerse de rodillas, porque con ello el hombre manifiesta su grandeza auténtica al reconocer y adorar a Aquel del cual nos viene todo. No descuidamos la adoración y sus signos: el ponerse de rodillas en la consagración, en la bendición del Santísimo siempre que las circunstancias lo permitan, la visita al Sagrario, el pasar largos ratos en su presencia…

      Y por último la Eucaristía tiene que ser también vivida, es decir, testimoniada. Pero si no es antes celebrada y adorada, difícilmente podremos dar testimonio de ella y del amor que en ella Dios nos muestra dándosenos como alimento. La celebración de los misterios sagrados nos llena hasta tal punto, que hemos de salir de la iglesia henchidos y dispuestos a dar amor, consuelo y servicio. Aquí podemos plantearnos si de veras damos ese testimonio, o si debemos profundizar más en nuestra entrega y caridad para que nuestra vida sea verdaderamente Eucaristía viva que deja rastro de Dios por donde quiera que pase.

      Por eso aprovechemos este año del centenario de la Adoración Nocturna para hacer una puesta a punto en nuestra vida personal, social y también parroquial. El centenario ha de ser un revulsivo no solo para los adoradores sino para toda la parroquia. Dios es misericordioso y hace propicias las circunstancias para que podamos volver a su Iglesia, reconciliarnos con los hermanos, y tomar impulso en nuestra vida de fe.
Os digo, “venid adoradores, adoremos”, y no solo adoradores, porque esto no es un grupo cerrado, venid fieles todos, cristianos, adorar al Señor si queréis crecer y tener vida auténtica. Ojalá que durante este año seáis muchos los que os incorporéis a la Adoración Nocturna. 

Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar.
Sea por siempre bendito y alabado.
 

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